Cada nueva letra cruzaba el cielo, atravesaba las nubes y los aviones, la troposfera, la Estratosfera. Seguía su camino abriendo nuevos agujeros en la capa de ozono. Rápidas como un rayo, delicadas como una caricia. Subían más y más, aunque bien podrían estar bajando, o si no que alguien le explique al universo donde está el suelo y donde el cielo, llegando a lugares desconocidos para los hombres, trayendo consigo sus sinceros cantos terrenales:
“Los pajarillos cantan
las nubes se levantan
que sí, que no
Que caiga un chaparrón…”
Se producen convulsiones en mi interior, ¡oh! Cuantos recuerdos de aquellos lugares, de aquellos parques y toboganes. Qué lejos me siento ahora de la Tierra, que lejos de los cubos y palas de playa. Quedan ya muy atrás los superhéroes de plástico y con etiqueta. Nuevos parajes constituyen mi mundo, mi realidad, sólo de vez en cuando puedo volver la mirada atrás y distraerme con cualquier estupidez, ¿o es que no son esos los momentos de mayor felicidad que podemos llegar a experimentar?
Bendita ignorancia, llévame pronto.
L J Salamanca.
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