"El destino del genio es ser un incomprendido, pero no todo incomprendido es un genio"

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martes, 3 de abril de 2012

La ruleta rusa

Una habitación cuadrada, pequeña y oscura. En el centro hay dos hombres, uno atado y arrodillado, el otro justo en frente, de pie, sosteniendo un revólver en la mano.
El arrodillado, cabizbajo, miraba algún punto indistinto del suelo donde su cuerpo, de no ser por un milagro, caería sin vida poco tiempo después.

El hombre con la pistola estaba a unos dos metros del otro, jugaba con ella cambiándola de una mano a otra, sonreía. Lentamente metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón, sacando después cuatro relucientes balas, mortales y relucientes, pero sobre todo objetivas, da igual quién o qué sea su víctima, ellas tan sólo hacen su trabajo. Una a una, las fue introduciendo en el cargador del revólver. Cada dos balas colocadas, un espacio vacío, de forma que finalmente quedaran dos huecos vacíos y cuatro letales.
–Bien, camarada–empezó el de la pistola –Ahora empezaremos a jugar, ya sabes cómo va esto así que no me hagas perder el tiempo, dame la información que necesito o morirás aquí mismo.
–Yo ya soy viejo, no me importa vivir unos pocos años más o menos, pero tu… tu morirás temprano, y espero que sufras por todo lo que has hecho.
–Venga, no seas idiota, a ti te da igual, tu vida no cambiará en absoluto si me ayudas, podrás pasar el resto de tus días en paz, en tu mansión de las afueras con todas tus gilipolleces, así que piénsalo bien porque sólo te lo diré una vez más, dame la información que necesito.
–Aquí tu eres el que está jodido, tienes mucho más que perder que yo así que adelante, cumple con lo que has prometido–respondió, mirando fijamente a los ojos de su verdugo.
–Maldito seas, ojalá te pudras en el infierno– Y tras decir esto, con movimientos rápidos y certeros hizo girar el tambor del revólver, y justo antes de que se parara lo cerró con un golpe de muñeca –Di patata – y apretó el gatillo. “click”. Silencio.
–Bueno, bueno,  bueno… parece que la suerte te acompaña. Pero no será para siempre, esta es tu segunda y última oportunidad para hablar. ¿Y bien?– espetó con furia.
–Vete al infierno– Dijo el arrodillado escupiendo al otro con asco.
– ¡Que te jodan! ¡Habla maldito cabrón! ¡Habla! – Gritaba con furia el interrogador.
– ¿Nervioso?, porque deberías, estás jodido. Parece que la suerte está de mi lado, comprobemos cuanto.

Con movimientos  mucho más bruscos abrió el cargador, metió una bala en el nuevo espacio vacío, lo hizo girar en una espiral de azar y maldad,  lo cerró, y con el cañón presionando la frente de su víctima, volvió a apretar el gatillo. ”click”
– ¡NOOOO! ¿Por qué no mueres?, ¡A la mierda! ¡Yo mando aquí! ¡Yo decido quien muere y quien no!– Ahora con manos temblorosas y movimientos torpes y precipitados repitió todo el proceso incluyendo una única diferencia, llenando todos los espacios del cargador.
–Veamos si ahora eres tan listo – dijo encañonando la pistola, ahora infalible, entre las cejas del otro.
–Siento lástima por ti – susurró el condenado cerrando los ojos por última vez.
– ¿Qué?
–Eso mismo, el destino me ha elegido para que sea tu castigo y no puedes  luchar contra ello, mátame si quieres pero la suerte está echada, doble o nada, y has perdido.
– ¡Calla!–Aulló condenándose a sí mismo. El sonido del disparo atravesó aquel lugar como un grito a la desesperación, una bofetada a la cordura, el arrodillado cayó sobre los pies del asesino, pero  la escena no se correspondía con lo sucedido, ya que aquel que besaba los pies era  vencedor, y el besado, vencido. Algo había cambiado dentro de él, como si con el “click” de la pistola se hubiera apretado también un botón dentro de su ser. Su mirada estaba perdida, su semblante, completamente inexpresivo, los brazos caídos, aún sujetando la pistola en su mano derecha, humeante todavía por el último tiro. Pasaron varios segundos de silencio absoluto.
–Bien, es lo más justo, tú mismo lo dijiste, doble o nada, disfrutar del resto de mi existencia sin miedo o morir ahora mismo – Sin cambiar su expresión,  abrió el cargador y sacó una bala al azar. Dos espacios vacios. Luego lo hizo girar y lo cerró. Lentamente fue subiendo la pistola, hasta quedar apuntando a su propia sien –Y ahora, si es que hay realmente alguien que escribe sin descanso los pasos de mi vida, que abre el camino hacia el mañana, si estás ahí, tejedor de mi futuro, demuéstramelo – Apretó el gatillo por última vez.

L J Salamanca

"La casualidad es un desenlace, pero no una explicación".   
Jacinto Benavente.

“Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino”.  
Esquilo

“En el mundo todo es señal, amigo mío. El azar no existe.”  
Antonio Buero Vallejo


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